PABLO tiene hoy veinte años, recién cumplidos. En esta Navidad les propuso a sus padres vivirla de una manera diferente. Festejar la noche buena con los chicos de la Escuela Especial le pareció una extraordinaria idea, la que después de largas deliberaciones fue aceptada por sus padres y por los otros papás también, que comprendieron lo importarte que es ver a un hijo feliz, como siempre se lo habían propuesto y logrado.
Por supuesto acordaron juntarse en la casa del que tuvo la idea, así que allí en su humilde casa, fue el lugar en donde se lleno de colorido y alegría. La historia de Pablo es semejante a la de muchos, quizás pocos la entiendan y sea aceptada solamente por los sentimientos de los que entienden que todos somos iguales, que no existen mejores ni peores, ni rubios, ni negros, que ser diferente no es igual a marginación o a indiferencia. Sí, Pablo es un chico diferente, con capacidades que los que se creen normales nunca las van a alcanzar a entender. Esa noche nos dio una gran lección. Nos hizo saber que todo se puede compartir, que no importa tener poco o mucho cuando se tiene la intención de dar y que una sonrisa, un beso o un abrazo, valen más que mil palabras, y que esos gestos son puros y genuinos, que alivian, calman, consuelan, alegran. Estábamos todos alrededor de una gran mesa, creo que éramos unas catorce personas en total, entre adultos, jóvenes y niños. Mi presencia en el lugar fue de casualidad porque si bien mi parentesco recae en la madre de PABLO, no tenemos mucha afinidad solo mis proyectos laborales me hicieron llegar un mes antes de estas festividades a esta gran familia, que les aseguro dan ganas de pertenecerles a pleno. Allí estábamos minutos antes de alzar las copas cuando el niño desaparece de la escena, y entre palabras y risas alocadas nadie se había percatado de su ausencia. Llego la hora del brindis, y en esos momentos de saludos y abrazos, se comienza a escuchar una música especial. Eran cantos navideños interpretados por niños que se asemejaban a un coro de ángeles. Provenía del living, que se ubicaba a pocos metros de donde compartíamos la cena.Todos nos mirábamos desconcertados, sin entender nada, y esperando la sorpresa. Y así fue una verdadera sorpresa. Apareció Papá Noel con su “Jo,jo,jo…. Feliz Navidad para todos”. Con su voz tosca, graciosa y afectuosa que me hizo sonreír y emocionar a la vez. Me hizo entender en segundos, lo hereje que somos, y la discapacidad permanente que tenemos algunos seres humanos por no darnos cuenta de lo valioso que es estar juntos, unidos. De lo simple que es amar y perdonar, y que no lo practicamos por vergüenza, o vaya a saber por qué causa tan egoísta. Que en las navidades es donde tiene que aflorar el verdadero sentimiento de amor y de paz, pero después trasladarla al resto de nuestra vida. Pablo siguió con su gran interpretación, a todos colmo de besos y abrazos, los chicos se le colgaban pidiéndole ser alzados, y ….regalos. Creo que este niño se sintió tan mimado, que ese momento no se lo olvida jamás, ni narrarle de cómo me sentí al momento que este se me acercó y me dijo al oído “GRACIAS PRIMO POR VENIR…Y YO SE QUE LA PROXIMA TAMBIEN VAS A ESTAR”, pero más aún les aseguro que nadie de los que estábamos allí dejará de recordar ese momento tan especial porque creo que fue nuestra mejor navidad, y el mejor regalo. Un niño con síndrome de DOW nos hizo comprender que no hay que ir muy lejos para ser feliz, porque la felicidad esta allí, al alcance de nuestras manos… está en las cosas simples. FELICES FIESTAS