domingo, 21 de abril de 2013

Chomsky a debate

La tribu de los pirahãs y Daniel Everette
La recursividad es para Chomsky una de las características esenciales y específicas del lenguaje humano. La recursión, como proceso que permite a cualquier hablante extender una frase hasta límites teóricamente infinitos a través de la inclusión de frases en otras frases superiores, se encuentra presente en todos los idiomas conocidos. Por ese motivo, según el lingüista norteamericano, es una propiedad que permite hacer una distinción entre el lenguaje humano y el de los animales al tiempo que demuestra la existencia de una gramática universal.

Sin embargo, las investigaciones (no tan recientes) del profesor Daniel Everett ponen en entredicho la hipótesis chomskiana de que la propiedad recursiva sea común a todas las lenguas humanas. Hace años el profesor Everett entró en contacto con una pequeña tribu amazónica de unos 200 indígenas, 
los pirahãs, que tenían una forma de comunicarse muy particular. Después de algunas décadas conviviendo con la tribu Everett ha descrito lo que seguramente puede considerarse como un idioma único en el mundo, una lengua que cuestiona las bases de la gramática generativa.

La lengua de los pirahãs se caracteriza sobre todo por su simpleza: carece de colores, de tiempos verbales, de pronombres, de oraciones subordinadas o de números. Su vocabulario es muy restringido y las expresiones que se pueden generar no van más allá de lo puramente cotidiano y material, lo que también pone en duda la propiedad de la creatividad. Aunque esto limita las posibilidades de comunicación, reflejo de una percepción del mundo muy reducida y simple, responde plenamente a las necesidades comunicativas de los integrantes de la tribu. Quizá lo que más llama la atención sea la inexistencia de números aparte del par de conceptos traducibles como “poco/pequeño” y “mucho grande”, porque es algo que sobrepasa el aspecto meramente gramatical para incidir sobre las estructuras mentales. Los pirahãs son incapaces de comprender la cuantificación como concepto abstracto, como demuestran los infructuosos intentos de Everett por enseñarles a contar hasta el diez o de sumar uno más uno.

Como consecuencia de la falta de tiempos verbales los pirahãs carecen de pasado, con todas lo que de ello se deriva. Viven en el presente más inmediato, por lo que carecen de manifestaciones artísticas o de sentido histórico. El sistema de parentescos es muy básico, no va más allá de dos generaciones y de los hermanos biológicos,  lo que hace que la endogamia sea habitual. Tampoco muestran una preocupación por lo trascendental: no son conscientes de que nada haya sido creado, piensan que todo ha existido siempre.

Pero aunque este hallazgo ofrezca aportaciones antropológicas y sociológicas importantísimas no son menores las implicaciones lingüísticas. Al carecer de subordinación se demuestra que la recursividad no es una propiedad universal, que es uno de los presupuestos en los que se sustenta el innatismo de la gramática generativa. Sin embargo, una revolución en el paradigma científico de esta magnitud no puede llevarse tan a la ligera y como es natural la ortodoxia chomskiana no ha tardado en criticar el trabajo del profesor Everett. En el Massachussets Institute of Technology se afirma que el trabajo de Everett no pasa de ser una simple hipótesis, que todavía necesita ser estudiada y contrastada.

Cabría pensar que los pirahãs, que se llaman a sí mismos los cabezas rectas, poseen algún tipo de discapacidad o que han atrofiado determinadas funciones de su sistema cognitivo por la falta de uso. También se podría pensar que su lengua se trata de un idioma primitivo. Aunque al pensar así se corre el riesgo de juzgar esta lengua desde un punto de vista exclusivamente occidental, lo cual supone reducir considerablemente la perspectiva científica. Lo importante al fin y al cabo es que la lengua de los pirahãs cumple adecuadamente con la función comunicativa, es decir, que cubre las necesidades comunicativas de sus usuarios. No hay que olvidar que la rancia concepción de lenguas de primera y segunda categoría se deriva de la lingüística decimonónica. Ninguna lengua es mejor que otra, no importa si la hablan 778 millones o 100 individuos.
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